Hoy cumplo 21 años. Se supone que a partir de esta edad cambia la vida de un hombre. La generación que me antecedió a esta edad se casó e hizo familia, se llenaron de responsabilidades y se comprometieron con la madurez en todo el sentido de la palabra. Mi generación sin embargo a esta edad apenas termina la universidad, emprende nuevos caminos para ampliar sus conocimientos y se ocupa de buscar fuentes que le sirvan de ingreso y de desarrollo personal y profesional.
Yo estoy en transición, en camino, en progreso. No me considero el hombre listo para ser padre de familia, pero tampoco el chiquillo pendiente al último videojuego.
Soy un hombre al cumplir mis responsabilidades, me gusta trabajar y aportar a mi formación como futuro licenciado, sin embargo soy un niño de corazón, en mi forma de ver el mundo, creo que hay esperanza, tengo fé en un mejor futuro. Disfruto ver lo bueno del mundo, el lado positivo de las cosas. Como hombre reconozco el blanco y el negro, pero como niño sé que existe un gris.
Espero poder seguir trabajando para y por mi país como hombre, pero envisionarlo siempre con los ojos esperanzados de un niño.